Dependiendo del programa que se
utilice, la asistencia remota acarrea ciertos riesgos, que giran en torno a la seguridad. Algunos servicios exigen la instalación permanente de
una aplicación en el equipo anfitrión (el que debe ser reparado, por ejemplo) y
lo normal es que ésta se ejecute automáticamente cada vez que se inicie el
ordenador, a menos que el usuario indique expresamente lo contrario. De este
modo, si la persona que realiza el servicio no es de confianza, puede
aprovechar dicha circunstancia para invadir la privacidad de su cliente después
de haber realizado el trabajo.
Por otro lado, existen aplicaciones
como la popular TeamViewer, que dan a sus usuarios la posibilidad de ejecutarla de
manera temporal; en otras palabras, una vez finalizada la asistencia remota, el
programa cesa su ejecución y no permanece en el equipo. Además, TeamViewer
exige el ingreso de una clave que se genera automáticamente cada vez que se
inicia, de manera que no pueda usarse a menos que ambos usuarios estén
presentes y den su aprobación.
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